La idea de Keep-it® surgió de un científico que se dio cuenta de que las letras de los tickets de estacionamiento desaparecían a la luz del sol. Eso le dio la idea de un indicador de vida útil de almacenamiento para alimentos, basado en una combinación de procesos químicos, tiempo y temperatura. Esto, finalmente, dio como resultado el “indicador de vida útil de almacenamiento Keep-it®”, que se lanzó en los supermercados de Noruega en 2012. A finales de 2017, Keep-it Technologies® había vendido 40 millones de indicadores.
Un caluroso día de verano de 1992, el profesor Per-Olav Skjærvold estacionó su vehículo, como de costumbre, en el aparcamiento al aire libre de Tullinløkka en el centro de Oslo antes de tomar el tren a la Universidad Noruega de Ciencias de la Vida en Ås. Pero ese día en particular empezó a darle vueltas a algo que finalmente daría lugar al indicador Keep-it.
En el parabrisas de su vehículo había unos 40 tickets de estacionamiento. Varios de ellos estaban tan blanqueados por el sol que era difícil leer lo que estaba impreso en ellos. Skjærvold se preguntó cómo el pobre asistente de aparcamiento iba a poder ver el ticket del día. Entonces pensó: “¿Y si hubiera un ticket que cambiara gradualmente de color verde a rojo una vez transcurrido el tiempo por el que se había pagado?”
Durante el viaje a la escuela de peritos agrícolas, el profesor Skjærvold pensó en posibles soluciones. ¿Podría utilizarse tecnología fotográfica? ¿Sería posible controlar y retardar el proceso de revelado de película para una imagen polaroid, por ejemplo? Inspirado por estas ideas, se puso en contacto con su colega, el profesor Petter Heyerdahl, un “confederado” durante mucho tiempo en el campo de la mecánica y la física. Tomaron fotografías con una cámara instamatic, cortaron las fotografías polaroid inmediatamente en tiras estrechas y las pusieron en congelación profunda. Después, examinaron cómo se revelaban las imágenes a distintas temperaturas y en distintos períodos de tiempo para esquematizar el retardo en el proceso de revelado. Estos experimentos se llevaron a cabo también en distintas condiciones de iluminación. Rápidamente se dieron cuenta de que podían manipular y retardar el proceso de revelado mediante la temperatura. Esto les llevó a creer que la tecnología podría utilizarse también de alguna manera para comprobar el progreso de otros productos sensibles a la temperatura. Dicho de otra forma, había nacido la idea de un indicador de vida útil de almacenamiento para alimentos.
Al mismo tiempo, Skjærvold y Heyerdahl se dieron cuenta de que el proceso de revelado fotográfico era demasiado rápido a altas temperaturas, y que tendrían que encontrar una solución donde el proceso fuera mucho más lento y con mayor precisión y controlabilidad. ¿Podría funcionar mejor un proceso químico?
Al darse cuenta de esto, el año siguiente la pareja se puso en contacto con otra colega, Brit Salbu, profesora de química e investigación básica. Durante las primeras reuniones, la profesora Salbu se interesó inmediatamente en el "dispositivo", y quedó absolutamente claro en su evaluación lo que era necesario para convertirlo en un producto comercial. “Debemos disponer de un color, de un proceso de difusión y de un estabilizador”, dijo. Salbu se inspiró en las sustancias químicas examinadas en varias tesis doctorales y, junto con el ingeniero de su departamento, Helge Lien, realizó innumerables experimentos en el período comprendido entre 1993 y 2001. Entre las sustancias examinadas se encontraban alginatos (extractos de algas marinas) y el pigmento azul prusiano. El avance se produjo en 2001, cuando los principios de un indicador de vida útil de almacenamiento se verificaron en el laboratorio.